miércoles, 7 de marzo de 2018

POESÍA DESDE LA CÁRCEL DE TEMUKO


(Mauricio Waikilao)

En mi niñez el hambre era una vocecita que
robaba el pan de mis compañeros de curso.
Un sentimiento que me empujaba a compartir dos
de las cuatro galletitas que me daban en el
colegio. Los perros del fundo compartieron conmigo su
comida: unos pellets con forma de huesitos que mi abuela
sazonó con grasa y sal, una exquisitez que me prohibieron
divulgar, como las sopaipillas de afrecho “fritas”
con agua de pozo. Casi me convencen de que el hambre era un regalo
de Dios que había que padecer con entusiasmo para ganarse el cielo.
La conciencia me la despertó el hambre de otros.
Recibí una  orden del llanto de esa viejita saliendo del negocio del gringo
con su bolsa vacía y me enrolé en esta guerrilla del pensamiento
incorregible para alimentar las armas con frases toscas y canciones sin
rima. Quise ser cómplice de la historia, armero de la política directa para
tumbar esa hambre que casi me mata. El hambre es una desgracia
imperdonable que ahora ocupo como un fusil en esta guerra fabricada
por ley, sostenida por la religión.

En: Huenún, Jaime. Lof Sitiado. Homenaje Poético al Pueblo Mapuche de Chile. 2010.

No hay comentarios:

Publicar un comentario